La fiesta interminable: bulos, corruptelas y otras recetas para el cóctel...
En los años ochenta, Mecano cantaba sobre esa fiesta a la que lograron colarse: "Unos entran, otros van saliendo, y entre el barullo yo me cuelo dentro. Ahí me colé y en tu fiesta me planté. Coca-Cola para todos y algo de comer. Mucha niña mona, pero ninguna sola luces de colores, lo pasaré bien…”. Aquella era una época de cambio, marcada por la llegada al poder de un joven abogado, Felipe González, quien, tras la debacle de la UCD, lideró al PSOE hacia una mayoría absoluta cargada de ilusión social y promesas de transformación.
Mientras tanto, Miguel Ríos ponía música al espíritu de la época con su visión del futuro: "Dicen que el fin del milenio aumentará el mogollón. Si no ponemos remedio hoy, tendremos hambre, paro y polución" . Y, lamentablemente, el bueno de Miguel no se equivocó. Ahora, en pleno siglo XXI, seguimos sin poner remedio. Al paro, que alcanzó cifras alarmantes, se suma el hambre y una contaminación que alcanza niveles astronómicos.
La corrupción, como un espectro que nunca desaparece, sigue recorriendo nuestras instituciones. Los casos actuales —Bárcenas, Pallerols, Casinos, Palau, Mercurio, Fabra— parecen haber tomado el relevo de viejas historias como las de Roldán, Guerra, Banca Catalana o De la Rosa. Parafraseando aquel manifiesto que escribió un barbudo alemán, un fantasma, o varios, sigue recorriendo Europa y nuestro mundo. Gobiernos, Estados y Monarquías, con infantas, cuñados y allegados incluidos, parecen haberse unido en una cruzada para que la fiesta, como cantaba Mecano, no decaiga.
El último episodio de este esperpento tiene tintes de película: una trama de espías, comidas en restaurantes de lujo y encuentros entre Alicia Sánchez-Camacho, el PSC y Jordi Pujol Ferrusola. Todo esto con una amante como protagonista secundaria. Podría ser un cruce entre una entrega de James Bond y un clásico ochentero de Almodóvar, como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón .
Si seguimos retrocediendo en el tiempo, podríamos encontrar paralelismos con los cómics de nuestra infancia: una mezcla entre la caótica 13 Rue del Percebe —con demasiados aspirantes al ático— y las chapuzas de Pepe Gotera y Otilio . Los nacidos en los sesenta entenderán mejor estas referencias.
Volviendo al presente, quizás la Curia Vaticana, ahora que tiene una vacante, debería considerar seriamente la posibilidad de elegir a un Papa español. Nuestra tradición cultural asegura que, bajo ninguna circunstancia, dimitiría. Ni siquiera con ácido sulfúrico. Eso sí, la productividad del puesto quedaría garantizada, humana y divinamente.
Al final, estas historias de corrupción y despropósitos son tan repugnantes como la vida cotidiana. Por eso, solo queda afrontarlas con una dosis de nostalgia y humor. Es una terapia más saludable que los ansiolíticos o cualquier otra droga. Después de todo, la risa, aunque agridulce, siempre es un buen remedio.
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