divendres, 18 d’octubre del 2013

Me hacen mobbing


Vivo en un bloque llamado Reino de España, en virtud de una hipoteca transitiva, firmada hace casi cuatro décadas sin fecha de amortización, tipo de interés completamente variable y sin ningún tipo de índice de referencia.  Cuando llegamos al bloque, como veníamos del frío (social) y la indigencia (democrática) no había mucho donde elegir. De hecho, yo no pude elegir nada, ya que era muy pequeñito para ejercer eso del voto, una cosa muy extraña que hacía décadas que nadie practicaba. Tal vez por eso, el resultado final, años después, está resultando tan contraproducente.  Como decía, nos acomodamos como pudimos y, con el paso del tiempo,  cada vecino se fue centrando en su pequeño mundo, olvidando aquellas cosas comunitarias que, al final, resultan tan importantes para que cualquier engranaje funcione. Esperábamos que las cosas se hicieran solas o que, alguien, graciosamente, gestionara por nosotros aquellas insufribles reuniones de vecinos. Rápidamente, se ofreció como gestora una empresa externa, la misma que había construido y diseñado el bloque con el capital que habíamos acumulado nosotros  durante las décadas de frío e indigencia. Por comodidad (o por no tener más opciones) aceptamos y eludimos nuestra farragosa responsabilidad como propietarios.

La cosa parecía funcionar muy bien. Con una vivienda propia y sin quebraderos de cabeza, hasta nos podíamos permitir algún que otro capricho que, por el mismo precio, quedaba novacionado junto con el capital pendiente. Éramos felices y los gestores de la comunidad, más felices todavía, ya que podían seguir acumulando capital con muy poco esfuerzo y una mínima inversión. Como todo era optimismo, se acometieron varias mejoras: un ascensor moderno, una fachada de diseño y mucha pintura de colores vivos y vanguardistas que no dejaban ver ni las manchas de humedad, ni las grietas que, amenazantes, se iban produciendo en la estructura del edificio. Casi sin darnos cuenta, de la noche a la mañana,  nuestro bloque amenazaba con caer como un castillo de naipes y nadie sabía como habíamos llegado a ese punto. Con las reformas y las derramas, no había suficiente para solucionar los problemas estructurales y, para colmo, la empresa que se encargaba de la administración de la finca había sido absorbida por otra más grande y ya nadie sabía done estaba el capital de la comunidad de propietarios. Embargaron las viviendas y pasamos de propietarios a inquilinos, y lo peor de todo es que ya nadie conocía a nadie y, en vez de reunirse la comunidad para  afrontar los problemas colegiadamente, seguimos delegando la gestión a terceros y dimos credibilidad a un montón de rumores que nos impedían tener una visión coherente de lo que estaba ocurriendo. Hasta llegamos a pensar que la culpa era nuestra, por haber vivido por encima de nuestras posibilidades.

Mi vivienda está en el ático. La situación es insostenible: la calefacción no funciona, tengo goteras por todas partes, la instalación eléctrica amenaza con provocar un incendio en cualquier momento, los ruidos - interiores y exteriores- son insoportables... y, para colmo, el vecino de abajo me pide que le indemnice sobre unos daños ocasionados por filtraciones de agua provocadas por unos bajantes degradados y envejecidos de la comunidad. La única respuesta que recibo por parte de los administradores de la finca es que, religiosamente, debo seguir pagando las cuotas mensuales y las derramas. La comunidad, como he dicho, no se reúne hace años y se entrega a una rumorología descontrolada, que le impide ver la viga en el ojo propio ¿Y el presidente? Como si no estuviera...  Me estoy planteando hacer una consulta familiar y explorar la posibilidad de ir al pueblo de mis abuelos, reconstruirlo y empezar de nuevo sobre bases más sólidas, equitativas y sin delegar nuestro interés a terceros (me parece que eso se llama ejercer ciudadanía, o algo así...). Creo que, dada la situación, es la única salida posible, aunque parece ser que (según me han comunicado el administrador y el presidente de la escalera) las normas de la comunidad, en virtud de algún insólito punto, impiden que las familias podamos ejercer nuestro derecho a decidir. Es una situación muy extraña. No sé como llamarlo, pero la metáfora es un gran recurso.

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