Las hostias siguen cayendo...
La educación
y el modelo educativo dicen mucho del tipo
de sociedad en la que nos toca transitar y, más importante todavía, de las
posibles derivas en su evolución posterior. Absolutamente nada en este campo es
“neutro”. Siempre existe un trasfondo
ideológico en todo modelo educativo que tiene muchas y variadas implicaciones:
laico o confesional; público o privado (concertado o no); arraigado a la
cultura propia o “ajeno”; excluyente o inclusivo; universal o elitista…
Nada es
azaroso y todo responde a una intencionalidad. No es lo mismo hablar de
formación que de educación, de la misma manera que no es igual que un
arquitecto o un abogado sean profesionales eficientes y brillantes que el hecho
de que asuman -o comprendan- cosas como el derecho a una vivienda digna, un
urbanismo humano o unas leyes justas. Eso entra en el ámbito de la ciudadanía y
no lo explican los manuales técnicos.
Todo depende, en el ámbito de la
educación, de quién ejerce su control social y para qué fines lo hace. No es
casual que acabada la Guerra Civil -y a lo largo de ella- se llevara, por parte
de los golpistas, toda una campaña de depuración y exterminio -físico y social-
de los modelos educativos republicanos (legítimos, democráticos y avanzados) para adecuar el sistema educativo a los intereses y el modelo que
los vencedores pretendían imponer.
Tampoco es accidental que gran parte de la
resistencia democrática a lo largo de la dictadura y, más notoriamente, en su
etapa terminal, se llevara desde el ámbito educativo y, tras las “sacas” y las
purgas del primer franquismo, el peaje social pasara a la represión (torturas y
asesinatos incluidos) de aquellos estudiantes, profesores y demás actores educativos.
Todo está inventado y, básicamente, toca hacer lo mismo
que hicieron nuestros padres, abuelos y demás generaciones precedentes, en
muchos casos sin ni siquiera poder votar y a costa de un precio mucho más alto
que el nuestro, como su propia integridad física. Se lo debemos a ellos y a los
que vienen detrás.
En 2013, la “nueva”
represión, globalizada y moderna, tiene muchos nombres: control del déficit, optimizar
el sistema público, simplificar y
racionalizar la administración… Dogmas y mantras que tratan de justificar y
dar cobertura “moral” a la enorme batería de medidas demoledoras que se están
perpetrando contra la mayor parte de la ciudadanía.
Como canta Ismael Serrano, las hostias siguen cayendo sobre quien habla
de más. Que se lo pregunten a los cinco profesores de Guadalajara, que se enfrentan a cuatro años de cárcel,
tras una protesta por la educación pública en 2011[i] .
Queda claro que, a día de hoy, todavía persiste un cierto PPoso
de la dictadura que tiene su misma alma y aplica, sin rubor alguno, aquello de
las depuraciones de los elementos no afectos. Uno se siente
indignado y, a la vez, afortunado.de no vivir en el 36… ¿o sí?
Un placer conocerte y un gusto leer tu blog
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