dijous, 21 de novembre del 2013

Los cómplices de un crimen también son asesinos


La emigración es un hecho consustancial al desarrollo de las culturas humanas a lo largo de toda nuestra historia; hay de muchas tipologías y se da en multitud de contextos: podemos hablar de inmigración y emigración socioeconómica, política, lúdica o imperialista; estacional, familiar o de género; de ámbito local, urbano, regional o planetario... El abanico de posibles clasificaciones es inmenso. Sin embargo, no es otra cosa que una estrategia fundamental de construcción de nuevas identidades (y eso quiere decir una vía esencial de renovación, evolución y enriquecimiento social) y, al mismo tiempo, una forma básica para pervivir y sobrevivir como individuos, de ahí su fuerza inmensa como fenómeno social.

Europa mira hacia otro lado tras los 12 kilómetros de alambre, cuchillas y mallas diseñadas para contener el hambre y la necesidad: un cortafuegos entre Marruecos y Melilla cuyo único propósito es dificultar la inmigración “irregular”. Después de esa barrera, esperan los helicópteros, las torretas y las patrullas de vigilancia, con sus visores nocturnos, térmicos y demás tecnología... Obstáculos supuestamente "infranqueables" y cotidianamente superados por el miedo a la miseria y la lucha por la vida. Mientras todo eso ocurre, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, “no sabe si las cuchillas de la valla de Melilla pueden producir efectos sobre las personas” y su partido ignora la petición de toda la oposición de retirar las concertinas, o cuchillas, de la valla de Melilla.

¿Qué hay tras estas actitudes? ¿Qué se esconde detrás de los discursos que condenan y criminalizan? Básicamente, planteamientos que se fundamentan sobre el desconocimiento y el miedo del "otro ", la reafirmación y mitificación excluyente de la propia identidad (supuesta y construida) y el espanto y la resistencia del autodenominado primer mundo a ver la otra cara de su estado de bienestar (o lo que queda de él): la explotación sistemática, la destrucción cultural y el sufrimiento permanente de la inmensa mayoría de los habitantes del planeta. Todo ello, en el fondo, no es otra cosa que una manera absurda de dar la espalda a la realidad y tratar de posponer lo inevitable: el colapso de un modelo social, político y económico absolutamente insostenible.

Los cómplices de un crimen también son asesinos. Mirar para otro lado y negar "el otro" es, en esencia, negarnos a nosotros mismos, negar nuestra propia identidad mestiza y, en consecuencia, la misma capacidad de evolución y renovación de nuestra sociedad. Al fin y al cabo, todos y todas somos inmigrantes, incluido Rajoy.

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