divendres, 22 de març del 2013

Francisco I, el "progre"


Bergoglio imputa a sus sacerdotes contactos con guerrilleros (1)

En mi ciudad, Barcelona, el número de católicos practicantes ha pasado, en los últimos 30 años, de un tercio a menos de una quinta parte de la población y la sociedad se define hoy de forma mayoritaria (según las encuestas, siempre cuestionables) como agnóstica, atea o simplemente indiferente. De la misma manera se podría hablar del resto de confesiones, que también ocupan un espacio o del incremento de las solicitudes de apostasía; o del decrecimiento de los bautizos y los funerales católicos; o del hecho de que el número de matrimonios civiles y uniones de hecho (reguladas o no) supere al de las uniones celebradas por el rito católico... Por todo ello, me parece un exceso el acoso mediático papal que sufrimos estos días y, francamente, se me hace un poco cansino ver al señor de blanco, un día sí y otro también, copando espacio en los medios de comunicación, especialmente si se trata de medios públicos, sufragados por nuestros bolsillos. Con semejante cuadro, me apetece escribir algunas ideas -muy breves- sobre la elección de nuevo jefe de la multinacional más antigua y, sobre todo, rentable de la historia, al menos en lo que se refiere a eso de cambiar la salvación de las las almas (aun por llegar) por la acumulación de riqueza y poder durante más de dos mil años (bastante más tangible). Digo yo que aunque, como apóstata, a mi no me representen, si me da mucho derecho a opinar eso de que, con mis impuestos, el Estado regale a la multinacional católica el trato que le da.

Los católicos ya tienen Papa, se supone que, más o menos, un 17% de la población mundial. Aunque ya se sabe que las estadísticas las carga el diablo (si se me permite la expresión) y, según quien -y como- las cocine, pueden tener muchos sabores diferentes, hasta opuestos. En todo caso, desde aquí, transmito mi más sincera enhorabuena al mundo católico, pero lo del "habemus" lo dejo todo para ellos. Yo me conformo con hacer alguna observación sobre eso del "Papa progre" que, últimamente, parece tan en boga en muchos medios. Diría que esa idea tiene más de mediática que de real. Que Francisco I sea muy campechano, futbolero, viaje "en colectivo" y se declare "amigo de los pobres" está muy bien, pero la frontera del populismo y el progresismo puede ser muy tenue, y más todavía, cuando hablamos del conglomerado de poder e intereses que pivotan alrededor de las altas jerarquías del catolicismo oficial. Tampoco es lo mismo, parafraseando la sabiduría popular, la "fama" que la "lana", como deja claro el caso del ministro Gallardón, católico practicante muy ilustre, por cierto... A la hora de medir el "progresismo" papal, creo que existen algunas referencias bastante más objetivas que otras, como su actitud ante los derechos de las parejas gays, la teología de la liberación o el papel jugado ante la represión durante la dictadura argentina (para muestra, el documento que ilustra esta entrada). Por poner un ejemplo, que Aznar no sea Mussolini no lo hace progresista, de la misma forma que tampoco hace progresista a Francisco que no sea Ratzinger. Así lo veo... Amén.

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 Notas:

(1) Fuente de la imagen: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-215961-2013-03-17.html

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